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Un Toro de la Vega venido a menos deja secuelas

Toro de la Vega

El Toro de la Vega, un evento que antaño congregaba a multitudes en Tordesillas, ha perdido su esplendor. A pesar de la prohibición de la muerte de las reses en público, establecida por el Decreto-ley 2/2016, el festejo sigue siendo motivo de críticas y controversias. Este año, un toro llamado ‘Mirabajo’ sembró el pánico al escapar del recorrido, dejando tras de sí heridos y un rastro de tensión.

El astado, que rompió una talanquera y se desvió de su camino, corneó gravemente a un espectador de 67 años. Este hombre, vecino de Tordesillas, tuvo que ser evacuado de urgencia y operado debido a la gravedad de sus heridas. Pero él no fue el único afectado. Durante el recorrido, varias personas fueron volteadas por el toro, generando escenas de auténtico pánico entre los asistentes.

¿Deberían desaparecer por completo los festejos como el  del Toro de la Vega?

Es innegable que el Decreto-ley 2/2016 ha marcado un antes y un después en la celebración de este tipo de eventos en Castilla y León. La medida, que prohíbe la muerte de las reses en presencia del público, se aplica tanto a los encierros urbanos como de campo, capeas y concursos de recortes. Sin embargo, ¿es suficiente?

El Toro de la Vega, que antiguamente se celebraba con lanzas y culminaba con la muerte del animal en público, ha intentado adaptarse a los nuevos tiempos y a la normativa vigente. Pero, a pesar de los cambios, sigue siendo un foco de detracción y controversias. La sociedad actual, cada vez más consciente y crítica con el bienestar animal, cuestiona la necesidad de mantener tradiciones que, directa o indirectamente, ponen en riesgo la integridad de los animales.

La celebración de este año ha sido un claro ejemplo de que, incluso sin la muerte del toro en público, el riesgo sigue presente. No solo para el animal, sino también para los asistentes. 

El Toro de la Vega es un claro reflejo de una tradición que, aunque ha intentado adaptarse a los tiempos modernos, sigue generando polémica. Es hora de reflexionar y preguntarnos: ¿vale la pena mantener a toda costa una tradición que pone en riesgo el bienestar animal y humano?.

 

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