En un giro en las relaciones internacionales, España se encuentra en el centro de una crisis diplomática con Israel. La chispa que encendió esta tensión fue una serie de declaraciones del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, durante su reciente visita a Israel, los territorios palestinos y Egipto. Sánchez, cuyas declaraciones fueron en muchos sentidos algo tibias, abrió la puerta al reconocimiento unilateral de Palestina, desafiando así la postura de la Unión Europea.
Pedro Sánchez coloca la primera piedra.
El epicentro de esta controversia fueron las declaraciones realizadas, donde Sánchez enfatizó el derecho de Israel a defenderse, pero criticó la «matanza indiscriminada de civiles», incluyendo niños, calificándola de «completamente inaceptable». Estas palabras resonaron en los pasillos del poder israelí y provocaron una respuesta inmediata. Israel, interpretando estas declaraciones como un “apoyo al terrorismo”, convocó a la embajadora española, Ana María Salomón Pérez, para una «dura conversación de reprimenda».
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el ministro de Exteriores, Eli Cohen, condenaron rotundamente las afirmaciones de Sánchez. Acusaron al presidente español y a su homólogo belga, Alexander De Croo, de no responsabilizar a Hamás por los crímenes cometidos, incluyendo ataques contra ciudadanos israelíes y el uso de civiles palestinos como escudos humanos.
La derecha española, como siempre, alineada con Netanyahu.
En España, la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, apoyó el reconocimiento del Estado palestino, considerándolo una cuestión de justicia. Sin embargo, el Partido Popular criticó las declaraciones, argumentando que dificultan el consenso europeo y la política exterior española.
Este enfrentamiento diplomático marca un episodio significativo en las relaciones entre Israel y España. La embajada israelí en Madrid ya había expresado su malestar por las posiciones de miembros de Podemos del anterior Gobierno español. En respuesta, el Ministerio de Exteriores español defendió su política exterior, calificando las acusaciones israelíes de «falsedades».
El viaje de Sánchez a Israel no solo ha creado un problema diplomático para España, sino que también ha puesto de manifiesto las complejidades de la política internacional. La posición de Sánchez, podría reflejar un cambio en la diplomacia española.
En su última etapa de su viaje en Egipto, Sánchez continuó con su mensaje político, abogando por el reconocimiento de Palestina como Estado. Este enfoque, aunque alineado con ciertos sectores progresistas en Europa, contrasta con la política de Netanyahu de una guerra sin cuartel en Gaza. Sánchez, enfrentándose a un panorama político cada vez más inclinado hacia la ultraderecha, regresa a España con un mensaje claro en su política internacional: Es necesario presionar por un alto el fuego y una solución pacífica al conflicto.